Vol. 1 No. 2
Noviembre de 1998

Algunas Consideraciones Sobre el  Qué y el Cómo de la Psicología Conductual Aplicada
Patricia Landa Durán1
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
CAMPUS IZTACALA

 

Resumen.
El presente trabajo tiene como propósito analizar el desarrollo de la psicología conductual aplicada en dos dimensiones. Su QUE, que se refiere a los supuestos básicos teóricos y metodológicos sobre los cuales se ha venido desarrollando, y su COMO, que alude a las diferentes maneras como se ha aplicado el conocimiento psicológico. El QUE está constituido por el contenido conceptual, es decir, por el conocimiento psicológico obtenido a partir de la investigación básica; el COMO se refiere a las distintas ideologías que subyacen a la aplicación de dicho conocimiento en los campos aplicados, particularmente en el denominado ámbito clínico. Descriptores: psicología clínica, modificación de conducta, terapia cognitivo-conductual, modelo interconductual.

 

Abstract.
Behavioral applied psychology is analysed under two dimensions; its WHAT that constitutes the basical conceptual and methodological issues and empirically generated knowledge; and its HOW that means the specific ideology that underlie the application of those principles that constitutes the psychological knowledge, particularly in clinical psychology. Keywords: clinical psychology, behavioral modification, cognitive-behavioral therapy, interbehavioral psychology.

 

_______________________________________________

1 Profesora Asociada Área de Psicología Clínica. E-mail: patl@servidor.unam.mx

 

INTRODUCCIÓN.

 

La psicología aplicada nació, de acuerdo con el espíritu de la época, con el firme propósito de proceder científicamente en el campo de la solución de los problemas humanos. En la definición formulada en 1935 por la sección clínica de la American Psychological Association se hacía hincapié en la utilización de métodos científicos y de los principios de la psicología para la valoración de los patrones y capacidades de conducta de cada individuo, así como en la función profesional que debe desempeñar el psicólogo aplicado. (Kendall y NortonFord, 1988). El interés del presente trabajo es analizar históricamente cuáles han sido las estrategias tomadas por los psicólogos aplicados para fundamentar su práctica en el conocimiento psicológico básico y llamar la atención sobre una propuesta teórico-metodológica alternativa derivada del Modelo Interconductual.

 

 

LA CIENCIA PSICOLÓGICA Y LA TECNOLOGÍA PSICOLÓGICA.

 

Para hablar de la psicología aplicada es necesario, en primera instancia, distinguirla de la psicología básica, esto es, aclarar las diferencias esenciales entre ciencia y su aplicación, entre ciencia y tecnología. La ciencia se ocupa de la elaboración de sistemas generales que describan la regularidad de los eventos, procede de manera analítica y es abstracta y general. (Kantor, 1978). La tecnología, por el contrario, se interesa por la transformación de ese campo de eventos y la generación de reglas para transformarlos, procede de manera sintética porque estudia cómo producir efectos o resultados específicos en circunstancias determinadas, se ocupa de lo único y singular. (Ribes y López, 1985).

 

En el caso de la psicología, el desarrollo de ambos campos ha sido relativamente independiente y en ocasiones hasta contradictorio. Más aún, en el momento en el que la psicología se consolida como modo de conocimiento científico, su aplicación, por demás pragmática llevaba ya un buen tiempo en el escenario de los problemas sociales; la historia de la psicología aplicada es la historia de la psicología clínica y comienza con la fundación de la primera clínica psicológica en la Universidad de Pennsylvania a finales del siglo pasado, por Lightner Witmer.

 

Para L. Witmer la psicología clínica era "... una institución de servicio público, de investigación y de formación de profesionales capaces de resolver problemas en el campo de la orientación vocacional, de la salud pública, de la educación, de la industria, de la rehabilitación y de la guía social". (Hersen, Kazdin y Bellack, 1983). Quedaban así establecidas tanto las funciones profesionales del psicólogo clínico como las áreas a las que debía enfocarse.

 

Es claro que las tecnologías tienen un encargo social específico y que son precisamente las demandas sociales las que la hacen crecer. En el caso de la psicología clínica, dos acontecimientos históricos resultan muy ilustrativos. Por un lado, en 1905 Alfred Binet publica la primera prueba objetiva de inteligencia con el fin de facilitarle al gobierno francés la discriminación de los casos de retardo mental y el pronóstico de fracasos escolares, proporcionando a los psicólogos una herramienta de trabajo fundamental y sentando las bases para el desarrollo de nuevas técnicas de medición; ya para 1921, Catell fundaba la Corporación Psicológica para comercializar pruebas y consultas psciológicas, (Kendall y Norton Ford, op.cit.).

 

Por otro lado, durante la Segunda Guerra Mundial la necesidad de seleccionar a las personas más adecuadas para las tareas militares, así como la imposibilidad del cuerpo médico para atender los innumerables casos de "neurosis de guerra", reacciones histéricas producidas por el miedo, etc., llevaron a que los psicólogos comenzaran a trabajar en un campo que les estaba vedado, el de la psicoterapia. El mayor impacto fue en los Estados Unidos, donde hubo tal abundancia de veteranos de guerra que se llegó al punto de necesitar 4,700 nuevos psicólogos clínicos para evaluar y administrar psicoterapia en las instituciones de la Veterans Administration y el Congreso aprobó rápidamente el Acta de Salud Mental para establecer el National Institute of Mental Health en un intento por capacitar y emplear a profesionales de la salud mental que pudieran prevenir los trastornos psicológicos (Pérez, 1981).

 

Al mismo tiempo que Catell, Binet y Witmer adaptaban los procedimientos experimentales a las pruebas clínicas y a los estudios de las diferencias individuales, los estudiosos de la conducta anormal desarrollaban ideas acerca de la motivación, la psicopatología y la psicoterapia. Gracias a Stanley Hall y William James, los escritos de Freud tuvieron un mayor impacto en la psicología norteamericana que en la psiquiatría europea. Quedaron así definidos tanto el contenido (teoría psicoanalítica) como el método (psicometría) de la naciente psicología clínica.

 

El 1949, con la famosa conferencia Boulder, se estableció formalmente el perfil del psicólogo clínico; primero debería ser psicólogo, es decir, debería tener una sólida formación en las áreas más importantes de la teoría, conocimiento e investigación de la psicología anormal, de la personalidad y social y posteriormente debería adquirir las habilidades necesarias para la intervención clínica.

 

Hasta este momento histórico es aventurado hablar de una psicología aplicada, pues hablar de ella significa que existía algo que aplicar, aún cuando el contenido teórico fuera la teoría psicoanalítica, ésta no cumplía con los criterios para considerarse teoría científica, desde el punto de vista de la psicología empírico-experimental. (Kazdin, 1980). El primer intento sistemático por vincular una práctica pragmática con un cuerpo de conocimientos básicos lo constituyó un movimiento revolucionario denominado genéricamente Modificación de Conducta, que surgió de las teorías del aprendizaje, y en particular, de la teoría del condicionamiento operante de B.F. Skinner, (Ullman y Krasner, 1965). La psicología había sido la ciencia de la vida mental, que debía estudiarse a través de la introspección. Se decía que la gente se comportaba de determinadas maneras debido a lo que sentía o pensaba, por lo que había que enfocarse en los pensamientos y los sentimientos. Con el surgimiento del conductismo, se propuso como objeto de estudio a la conducta y como método a la observación y experimentación; en particular, se concibió a la conducta problemática en función de contingencias problemáticas de reforzamiento y no en función de sentimientos o estados mentales. Vale la pena aclarar en este punto, que el movimiento conductista no negó la existencia de los sentimientos o las emociones, lo que negó fue su atributo causal. Así, la conducta ya no era un síntoma de un desorden subyacente sino la meta de la evaluación y el tratamiento.

 

Los primeros reportes, ahora clásicos, de psicólogos conductuales como Ayllon y Haughton, (1962) Azrin y Powel, (1968), Bandura, (1965) y el mismo Skinner (1954a) , quienes demostraron que tanto la conducta anormal como la normal estaban sujetas a los mismos principios del aprendizaje, brindaron la oportunidad de construir de una verdadera tecnología conductual, estrechamente vinculada con el conocimiento básico, con la investigación de laboratorio, con la teoría de la conducta. Se abrió el camino también a la posibilidad de solucionar problemas que la psicoterapia había sido incapaz de resolver, como el autismo, el retardo, las adicciones, la esquizofrenia, etc. así como al tipo de sujetos a los que se les podía brindar ayuda. El análisis conductual aplicado, como método, proveyó a la psicología aplicada de una forma sistemática de abordar los problemas psicológicos, lo que permitió generar conocimiento acerca de ellos y de la mejor manera de solucionarlos. Adicionalmente, se transformó el perfil del psicólogo aplicado, pues el éxito de la Modificación de Conducta ayudó a los psicólogos conductuales a demostrar su capacidad para ejercer funciones profesionales distintas a las de la mera evaluación (Reavley, 1983).

 

Como conjunto de premisas filosóficas, conceptos, principios y procedimientos, el desarrollo de la modificación de conducta se dio a modo de extrapolación directa y así se aplicó a la solución de problemas del comportamiento humano en ambientes naturales e institucionales. Con el tiempo y a pesar de su éxito inicial, sus principios y procedimientos fueron insuficientes, tanto para delimitar un campo propio de acción profesional como para la solución de problemáticas humanas complejas, (Yates, 1977; Deitz, 1978).

 

Lo que se ha denominado Terapia Conductual (Wolpe, 1980), por su parte, se enfocó más a la solución de problemas que a la vinculación con la psicología científica e incorporó minimodelos que pretendían explicar problemas específicos (ansiedad, obsesiones, adicciones, depresión, etc.) así como procedimientos de diversos orígenes, (Desensibilización sistemática, entrenamiento asertivo, entrenamiento en relajación, etc.) caracterizándose más como una práctica pragmática que como una tecnología científica.

 

Este intento por construir una verdadera tecnología conductual no cristalizó, los objetivos iniciales se fueron diluyendo y lo que inicialmente fué un movimiento homogéneo de reacción en contra de la psicoterapia tradicional, se convirtió a su vez en un campo heterogéneo de aproximaciones teóricas y prácticas de intervención desvinculadas del marco teórico que supuestamente les había dado origen.

 

Frente a este problema, un grupo de psicólogos conductuales comenzó a trabajar con un nuevo paradigma, el de condicionamiento cubierto.

 

 

CARACTERIZACION DE LA APROXIMACION COGNITIVO CONDUCTUAL.

 

Mahoney (1974) en su libro Cognition and Behavior Modification asienta que el conductista pensante nace a partir de la revisión del paradigma de la modificación de conducta, estimulada por las críticas, en ocasiones cáusticas, sobre la falta de consideración de los aspectos esenciales del comportamiento humano, a saber, los eventos privados. Considera que fue el propio Skinner el que abrió la puerta para el estudio científico del mundo bajo la piel. Otro antecedente importante radicó en la imposibilidad de explicar el lenguaje a través de la teoría del condicionamiento, derivada de los estudios experimentales de condicionamiento clásico y operante con humanos.

 

Por su parte, Kazdin (1983) opina que el surgimiento de la tendencia hacia lo cognitivo en la modificación de conducta se desarrolló como consecuencia de: a) la insatisfacción con las explicaciones estímulo-respuesta , b) los resultados de la investigación que han mostrado el papel de los procesos de pensamiento en el control de la conducta humana y c) el desarrollo de las técnicas de autocontrol.

 

El primer intento por considerar los aspectos privados lo constituyó el trabajo de Lloyd Homme (1965) que invitaba a los analistas conductuales a utilizar la metodología del análisis funcional para dar cuenta de las coverantes, es decir, las operantes de la mente. Homme consideraba que los pensamientos eran elementos iniciales de las cadenas conductuales abiertas y que podían sujetarse al escrutinio empírico y al control experimental porque eran públicas por lo menos para aquél que las emitía. Para Homme el ignorar o evadir el asunto de los eventos privados era reforzar el dualismo mente-cuerpo, tan rechazado por los conductistas.

 

En esta línea, Cautela (1966) incluyó a las conductas cubiertas en el paradigma del condicionamiento, inventó la sensibilización encubierta, que consistía en instruir al sujeto para que se imaginara involucrándose en la conducta problema y experimentando sentimientos desagradables, como náusea, dolor o desaprobación social. Los pensamientos, las imágenes, los recuerdos y las sensaciones se describían como estímulos cubiertos, respuestas cubiertas y consecuencias cubiertas. Se extiende así la lógica del paradigma a los eventos cubiertos sobre la base de que ambos, eventos cubiertos y abiertos, responden a las mismas leyes y procesos del aprendizaje. Sin embargo, dadas las inconsistencias lógicas de la extensión del paradigma operante a las conductas cubiertas y dada su insuficiencia explicativa, se han venido adoptando distintos modelos, básicamente de dos tipos, los modelos teóricos alternativos como el modelo mediacional de Mahoney y el modelo del aprendizaje social de Bandura y los modelos de intervención terapéutica como el modelo de Michembaum, el de Beck y el de Ellis, principalmente.

 

Con la finalidad de analizar el papel conceptual que juega lo cognitivo en la terapia cognitivo-conductual, es necesario revisar con detalle cada uno de estos modelos.

 
 
MODELOS DE PROCESAMIENTO DE INFORMACION.

 

Los modelos de procesamiento de información como explicaciones del aprendizaje provienen en su mayoría de la ingeniería y representan un esfuerzo por sintetizar experimentalmente las conductas humanas complejas. En la década de los 50’s algunos psicólogos construyeron robots que aparentemente aplicaban diferentes principios conductuales, por ejemplo el homeostato de Ashby (1952), la Machina Specularix (1953) de Walter, las máquinas de aprendizaje de Hoffman (1962), etc. (en Hilgard y Bower, 1983). Ellos perseguían el objetivo de simular los procesos mentales superiores. Como su nombre lo indica, los modelos de procesamiento de información enfatizan la adquisición, almacenamiento y utilización de la información, entendida ésta como los estímulos, datos, instrucciones, etc. que constituyen la entrada (input) o que son introducidos a la computadora; después, la computadora saca un resultado particular final (output). Entre la entrada y la salida, se describe a la computadora ejecutando una serie de manipulaciones ordenadas según los datos de entrada. Estas manipulaciones pueden consistir en la alteración o transformación de la masa de datos, en calcular algo acerca de ellos, compararlos con alguna otra cosa, utilizar el resultado de la búsqueda para algo previamente almacenado en la memoria de la computadora, evaluar lo que se encuentra en etapas intermedias, tomar decisiones al respecto y así por el estilo. Cada una de estas manipulaciones puede requerir una serie corta de instrucciones adjuntas al programa de la computadora; estas instrucciones se llaman subrutinas. La subrutina es la representación de un mecanismo de procesamiento de información. (Hilgard y Bower, op.cit.).

 

Estos modelos conciben al ser humano como un procesador activo de la experiencia más que como un compuesto vacío de enlaces estímulo-respuesta, que no responde a un mundo real sino a la percepción que tiene de él. Se basan en la noción de procesamiento de información, reconociendo tres procesos básicos, la adquisición, el almacenamiento y la utilización de la información, lo cual tiene dos implicaciones importantes, el reconocimiento de que el uso de la información es básico para el aprendizaje y de que existen procesos activos en él. Siendo un modelo mediacional, lo que postula es que las respuestas del organismo a su medio se ven influidas por su propio procesamiento de la información es decir, el modo en el que el organismo media la estimulación.

 

La metáfora cibernética consiste en que el sistema nervioso, autónomo, central y somático, constituyen el hardware de la computadora humana y que el software se compone de un juego de programas que controlan el almacenamiento y transferencia de la información. Los fenómenos más estudiados desde estas perspectivas son, la atención, percepción, memoria, lenguaje, motivación, toma de decisiones y solución de problemas.

 

 

 

MODELOS DEL APRENDIZAJE SOCIAL.
 

De manera paralela a los modelos de procesamiento de información, se han desarrollado los modelos del aprendizaje social. Murray y Jacobson, (en Garfield y Bergin, 1971) consideran que ambos sistemas han respondido a la necesidad de los psicólogos aplicados de entender el aprendizaje que tiene lugar en las situaciones sociales reales. Incluyen a: a) la teoría del aprendizaje social de Miller y Dollard (1941), quienes extendieron los principios del aprendizaje al estudio del lenguaje y razonamiento, aprendizaje imitativo y las influencias culturales en el aprendizaje; y b) la teoría del aprendizaje social de Rotter (1954), quien enfatizaba el concepto de reforzamiento en el contexto de incentivo y el de expectancia; definía a la conducta en un sentido muy amplio de manera que se pudieran incluir las actividades cognitivas como el planear, reclasificar, racionalizar y reprimir.

 

Una de las teorías del aprendizaje social que más ha impactado el trabajo aplicado de los psicólogos conductuales actualmente es la propuesta por Bandura (1969).

 

 

Modelo del aprendizaje social de A. Bandura.

 

En este modelo, "...no se concibe a las personas como movidas por fuerzas internas ni controladas por estímulos externos, más bien el comportamiento humano se explica en términos de un modelo triádico de mutua reciprocidad en donde la conducta, los factores personales y cognitivos y los eventos medioambientales, operan como determinantes interactivos de todos y cada uno de los elementos."

 

La naturaleza de las personas se define dentro de esta perspectiva en términos de un número básico de capacidades: la capacidad para simbolizar, la capacidad de prever, la capacidad vicaria, la capacidad autoreflexiva y la capacidad autoregulatoria.

 

De las consideraciones sobre la capacidad autoregulatoria del ser humano es que surge la propuesta metodológica de A. Bandura denominada modelo de autoeficacia. Se define a la eficacia como" una capacidad generativa en donde un conjunto de habilidades cognitivas, sociales y conductuales se organizan en cursos integrados de acción que sirven para múltiples propósitos."(Bandura, 1971). La eficacia, como logro, requiere no sólo de poseer ciertas habilidades sino, además, de la creencia de que se ejecutarán correctamente. Este elemento de eficacia percibida es central para la consideración de los problemas clínicos desde el punto de vista de Bandura.

 

 

Modelo del aprendizaje cognitivo de M. Mahoney.

 

Según Mahoney, el hombre es un organismo muy complejo con una capacidad enorme de adaptación; es un elemento activo en su propio desarrollo, un organismo al mismo tiempo controlado y controlador, producto y productor de fuerzas medioambientales. Él explica que el aprendizaje es inducido por la experiencia de relaciones sistemáticas en tiempo y espacio; tales experiencias son selectivamente filtradas, transformadas, categorizadas y almacenadas. Afirma que el comportamiento varía de acuerdo a factores atentivos (perceptuales), procesos relacionales, repertorios de conducta y retroalimentación.

 

Del mismo modo que Bandura, Mahoney asume que aún cuando el organismo es prácticamente bombardeado por el medio, no responde a todos y cada uno de los estímulos que se le presentan, sino que, a través de una intrincada interacción entre el sistema receptor y la historia propia de aprendizaje, se adquiere la habilidad de imponer un "filtro perceptual". Comenta que los procesos de atentivos pueden contribuir al establecimiento de patrones maladaptativos que llevan a una disfunción en la ejecución.

 

Los procesos mediacionales, de acuerdo a Mahoney dan lugar a "productos simbólicos" a los que denomina contingencias cognitivas (Mahoney,1974,op.cit.) y son las representaciones de las regularidades y relaciones que constituyen el mundo vivido; dado que los humanos somos procesadores de información limitados, nos vemos forzados a imponer regularidades a nuestra experiencia, estas regularidades se convierten en las reglas o planes en los que organizamos las combinaciones estímulo-respuesta-consecuencia y que facilitan el aprendizaje. Sin embargo, en muchas ocasiones las regularidades percibidas discrepan de las regularidades reales, llevando a patrones disfuncionales de comportamiento.

 

Mahoney explica que los procesos atentivos y relacionales adecuados no aseguran patrones de conducta adaptativos, es necesario que el sujeto sea capaz de exhibir la respuesta adecuada en una situación dada. Un repertorio de respuestas deficiente puede ser el resultado de limitaciones físicas, aprendizaje insuficiente, memoria pobre o uso de la respuesta inadecuada. Finalmente, Mahoney considera que aunque el papel de las consecuencias ha sido a menudo sobrestimado, el análisis del comportamiento humano no estaría completo sin la inclusión de los factores motivacionales; distingue tres tipos de consecuencias, las externas, las vicarias y las autogeneradas y afirma que las consecuencias pasadas afectan a la conducta futura a través de un mecanismo neuroquímico llamado "anticipación".

 

En la actualidad, el campo aplicado de la psicología conductual se encuentra constituido por una serie de tendencias heterogéneas. Tal heterogeneidad responde a la carencia de un cuerpo sólido y sistemático de conocimientos que permita entender y alterar los complejos procesos del comportamiento humano así como delimitar un campo de acción profesional propio. Como señala F. López (1987), aún cuando se consiguen resultados exitosos, no existe un cuerpo coherente e integrado de conocimientos y mucho de lo relativo a la aplicación de la psicología descansa en el sentido común del psicólogo aplicado.

 

Sin embargo, y como lo plantea E. Ribes (1980) dicho cuerpo de conocimientos no puede darse extrapolando directamente conceptos y procedimientos de la investigación básica a problemas en el medio natural y social del ser humano, como lo hizo el análisis conductual aplicado, sino que, reconociendo las diferencias entre ciencia y tecnología como modos distintos de producir conocimiento, se debe desarrollar primero una teoría de la conducta humana compleja, que como lenguaje, permita la traducción del conocimiento analítico en conocimiento sintético potencialmente aplicable, aunado al reconocimiento de criterios sociales explícitos respecto a las características y condiciones de aplicación de dicho conocimiento.

 

Así, son dos los problemas centrales que actualmente caracterizan a la psicología conductual aplicada, uno tiene que ver con el QUÉ aplica y el otro con el CÓMO lo aplica.

 

El primer problema, el del QUÉ, adopta múltiples matices y se relaciona con las limitaciones impuestas por el modelo teórico adoptado, como ya se explicó, derivado de las teorías del aprendizaje, particularmente la del condicionamiento operante. Una primera limitación se encuentra implicada en la noción de conducta, que entendida como actividad mecánica del organismo, ha impedido la delimitación precisa del evento psicológico, derivando en una concepción reduccionista de los eventos de naturaleza biológica y social; dado que el interés se centra en la identificación de morfologías de respuesta considerando a la frecuencia como la medida básica de análisis, tampoco es posible considerar a las interacciones entre el organismo y el ambiente en la forma de complejas relaciones de interdependencia.

 

Una segunda limitación es el esquema de explicación causal, pues si bien es cierto que las consecuencias de la conducta juegan un papel importante, no son el único factor determinante del comportamiento; en el análisis conductual aplicado, el reforzador se volvió la causa del comportamiento y se le identificó como el evento sucesor en tiempo de la respuesta. Esto trajo problemas especialmente en la explicación de conductas adictivas, como la de comer, beber, ingerir drogas o fumar, pues hubo la necesidad de apelar a la existencia de conductas intrínsecamente reforzantes o la existencia de variables intermediadoras (Mahoney, 1974).

 

Un tercer problema radica en la falta de estatus conceptual de la historia. Ya que la modificación de conducta se centró en el aquí y ahora, en la identificación de las variables independientes responsables de que la variable dependiente se presente, la historia de la conducta problema se asumió como historia previa de reforzamiento, cancelándose la posibilidad de su evaluación como factor disposicional.

 

Una limitación adicional se desprende de la imposibilidad de reconocer diferencias cualitativas entre la conducta animal y la humana, así como entre distintos niveles de complejidad en el comportamiento humano y animal; esto es, se pensó que todas las relaciones entre el organismo y el ambiente eran de un solo tipo, independientemente de las características del organismo (animal o humano) y del ambiente (físico, biológico o social).

 

Finalmente, un aspecto poco abordado por la psicología conductual ha sido la función que ejerce el terapeuta en el proceso terapéutico. Al terapeuta conductual se le ha considerado como neutral o como administrador de contingencias (Rimm y Masters, 1980) y los efectos que tiene sobre la relación terapéutica se han explicado a través del "efecto placebo". Como no se le reconoce como agente activo de cambio, tampoco es posible investigar los factores que confluyen en todo el proceso terapéutico, como interacción psicológica y así evaluar los efectos terapéuticos.(Pérez, 1981, op.cit.)

 

En lo que toca al CÓMO se ha venido aplicando el conocimiento psicológico, si bien el objetivo inicial de la psicología conductual aplicada fue el de la superación de una causalidad interna, esto es, que el comportamiento estaba en función de las variables medioambientales y no de entidades internas desajustadas, y la definición de la conducta presente del individuo como el objetivo de cualquier estrategia de cambio, algunos problemas no fueron identificados y quedaron ocultos en una aparente nueva forma de conceptualizar a la conducta "anormal".

 

En primer lugar, se asumió la existencia de conductas intrínsecamente anormales o desajustadas sin reconocer que el comportamiento humano es susceptible de calificarse de dicha manera en la medida en que su ocurrencia se da como parte de un sistema de relaciones sociales. Es decir, el que un comportamiento determinado se considere "desviado", "desajustado", "anormal", dependerá del grupo social al que pertenezca el individuo que lo despliega; lo que puede juzgarse como anormal en un grupo, puede ser perfectamente normal en otro.

 

En segundo lugar, el terapeuta conductual compartió una moral impuesta, sin saberlo, desde el momento mismo en que aceptó la existencia a priori de formas de conducta que constituyen en sí mismas un problema social (alcoholismo, drogadicción, delincuencia, suicidio, depresión, etc.); el psicodiagnóstico involucra siempre un juicio moral particular. El terapeuta que evalúa un comportamiento como "desajustado" está implicando que tal comportamiento está mal y que por lo tanto debe modificarse, sin cuestionarse porqué está mal, para quién está mal, porqué el comportamiento "deseable" meta del tratamiento, lo es, por qué y para quién. (McNamara,1978).

 

Esta "concepción clínica" del comportamiento humano ha llevado también a identificar un problema psicológico con las morfologías de conducta implicadas en él (beber como alcoholismo, fumar como tabaquismo, comer como obesidad, pensar reiterativamente como obsesiones, etc.) restringiendo o cancelando toda exploración que pueda descubrir nexos funcionales entre tales morfologías y otras relaciones del individuo con su entorno, considerándolas "normales", no problemáticas o irrelevantes para el problema referido. El agrupar a un conjunto de morfologías de conducta en una "etiqueta" al estilo médico y valorarlas como intrínsecamente anormales, ha hecho que la mayoría de las aproximaciones terapéuticas sean eliminativas y que el esfuerzo tecnológico se encamine a la búsqueda de la TECNICA ideal para cada "problema".

 

Es frente a estos problemas implicados en el QUE y el CÓMO de la psicología aplicada que surgió el análisis contingencial (Ribes, DíazGonzález, Rodríguez y Landa, en Ribes, E. 1990). Se propuso como una estrategia alternativa con un qué y un cómo distintos. El modelo teórico que le dio origen es el modelo interconductual creado por Kantor (1926) y desarrollado por Ribes y López, (1985). Dicho modelo parte de una concepción particular de la psicología como disciplina científica explicitando su objeto de estudio, la interconducta. Kantor, en su preocupación por dotar a la psicología de un paradigma propio, definió a la conducta como interacción construida ontogenéticamente entre el organismo y ciertos elementos de su entorno, lo que facilita, entre otras cosas, delimitar el campo de la psicología de campos correspondientes a otras disciplinas científicas. Al enfatizar la construcción histórica y singular del comportamiento psicológico, permitió la definición de un campo propio trazando límites precisos entre la biología, la psicología y las ciencias sociales. Asimismo definió categorías generales de aquellos elementos del medio que forman parte de un evento psicológico sin restringirse a la unidad constituida por la función de estímulo y la función de respuesta, sino incluyendo a todos aquellos factores de contexto, no solo objetos y acontecimientos físicos sino incluso factores históricos que constituyen tendencias y capacidades, y en general, a los factores disposicionales.

 

El sistema de explicación propuesto en dicho modelo no es causal sino funcional, el cual implica un análisis de interdependencias entre todos los elementos de un campo, donde se asignan pesos explicativos relativos mayores o menores a cada factor dependiendo de la interacción particular, al margen de su morfología.

 

Por otro lado, la taxonomía propuesta por E. Ribes y F. López permite el estudio de distintas formas cualitativas de relación entre el organismo y su entorno, distinguir los niveles de interacción exclusivamente humanos y reconocer distintas formas de relación del individuo con su medio, esencialmente social.

 

Ahora bien, el elaborar un sistema para el análisis y cambio del comportamiento humano individual implicó la creación de una taxonomía propia que, aunque derivada del sistema básico, respondiera a las características del conocimiento tecnológico. Este sistema analítico denominado análisis contingencial, parte de las mismas premisas generales pero incluye conceptos y métodos propios que responden a la necesidad de considerar, en primer lugar, solamente al comportamiento humano como objeto de estudio y en segundo lugar, incluir como parte de todo análisis psicológico a los aspectos valorativos como componente esencial de toda interacción entre individuos. Tales aspectos juegan un papel fundamental en el análisis y cambio del comportamiento ya que es justamente la valoración social la que define a una interacción como problemática o no. No se asume la existencia de problemas psicológicos predeterminados por lo que no se proponen taxonomías de problemas basadas en el supuesto de una moral universal y/o en criterios de naturaleza institucional. La definición de una conducta como problema queda en manos del individuo y del grupo social con el que se relaciona.

 

En lo que se refiere a las estrategias de acción profesional (el CÓMO), se ponderó el análisis de la pertinencia de los criterios de aplicación de las técnicas de cambio conductual, la significación social de las metas establecidas, la elección socialmente adecuada de los procedimientos utilizados y la importancia social de los efectos obtenidos. Si se parte de la premisa de que la psicología es una disciplina científica, se acepta también que carece de un campo propio de acción profesional directa, al igual que las otras ciencias (física, biología, sociología) por lo que su aplicación a la solución de problemas sociales se debe dar identificando la dimensión psicológica en conjunción con el trabajo de otras disciplinas aplicadas. La acción indirecta consiste en transferir por medio de un proceso de adaptación tecnológico específico, el conocimiento de la ciencia básica a las acciones profesionales directas de las ingenierías implicadas de un modo u otro. (Díaz González y Carpio, 1996).

 

Así, el análisis contingencial, como metodología de cambio, se opone a formas profesionalizadas de aplicación del conocimiento psicológico en dos aspectos:

 

a) que el sujeto y los otros significativos son los que definen la problemática, al margen de criterios institucionales, y

 

b) que el conocimiento psicológico se transmite directamente a los usuarios, quienes determinan los criterios de uso.

 

En ese sentido, desprofesionalizar implica pasar del plano clínico al plano educativo, o reeducativo.

 

Este nuevo intento por vincular metodológicamente a la tecnología conductual con la ciencia básica que la sustenta podría abrir el camino a la consecución de los objetivos inicialmente planteados por el análisis conductual aplicado y la modificación de conducta.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

 

Ayllon, T. y Haughton, E. (1962). Control of the behavior of schizophrenic patients by food. Journal of Experimental Analysis of Behavior, 5, 343-352.

 

Azrin, N.H. y Powel, J. (1968) Behavioral engineering: the reduction of smoking behavior by a conditioning apparatus and procedure. Journal of Applied Behavior Analysis, 1, 193-200.

 

Bandura, A. (1965). Behavioral modification through modeling procedures. En L. Krasner, y L.P Ullman, (Eds.) Research in Behavior Modification. Nueva York: Holt, Rinehart and Winston.

 

Bandura, A. (1969). Principles of Behavior Modification. Nueva York: Holt, Rinehart and Winston.

 

Bandura, A. (1971). Social Learning Theory. Morristown. Nueva Jersey: General Learning Press.

 

Deitz, J.M. (1978). Current state of Applied Behavior Analysis: Science vs. Technology. American Psychologist, 33, 805-810.

 

DíazGonzález, E. y Carpio, C. (1992). Criterios para la aplicación del conocimiento psicológico. En Juan José Sánchez Sosa, Claudio Carpio Ramírez y Eugenio DíazGonzález (compiladores) Aplicaciones del conocimiento psicológico. Facultad de Psicología, ENEP-Iztacala, Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM y Sociedad Mexicana de Psicología A.C.

 

Cautela, J.R. (1966). Treatment of compulsive behavior by covert sensitization. Psychological Record, 16, 33-41.

 

Garfield, F. y Bergin A.E. (1971). Handbook of psychotherapy and behavior change: an empirical analysis. Nueva York: .John, Wiley and Sons:

 

Hilgard, E.R. y Bower, G.H. (1983). Teorías del aprendizaje. México:Trillas.

 

Hersen, M. Kazdin, A. y Bellack, S. (Eds. 1983). The Clinical Psychology Handbook. Nueva York: Pergamon Press

 

Kantor, J.R. (1926). Principles of Psychology. Chicago: Principia Press. Vol. I y II.

 

Kantor, J. R. (1978) Psicología Interconductual. Trillas: México.

 

Kazdin, A. (1983) Historia de la Modificación de Conducta. Bilbao:.Descleé de Brower.

 

Kendall, P.C. y Norton-Ford, J.D. (1988). Psicología clínica. Perspectivas científicas y profesionales. México: Limusa.

 

López, F. (1987) Relaciones entre teoría, investigación y aplicaciones en psicología. Revista Mexicana de Psicología, 4 (2), 147-153.

 

Mahoney, J.M. (1974). Cognition and Behavior Modification. Cambridge, Mass: Ballinger Publishing Co.:.

 

McNamara, J.R. (1978). Socioethical considerations in behavior therapy research and practice. Behavior Modification, 2, (1), 205-212.

 

Pérez, G.A. (1981) Psicología Clínica, problemas fundamentales. México: Trillas.

 

Reavley, W. (1983). Clinical Psychology in Practice. En S. Canter, y D. Canter, (Eds.) Psychology in Practice: Perspectives on Profesional Psychology. England: John Wiley ans sons:.

 

Ribes, E. (1980). Relación entre la teoría de la conducta, la investigación experimental y las técnicas de modificación de conducta. En E. Ribes, C. Fernández, M. Rueda, M. Talento y F. López. Enseñanza, Ejercicio e Investigación de la psicología: un modelo integral. México: Trillas.

 

Ribes, E. y López, F. (1985) Teoría de la conducta: un análisis de campo y paramétrico. México: Trillas.


Regresar