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ORIENTACIÓN EN LA EDAD JOVEN.

                                      Agustín Domínguez Amigo. Phil. Dr. *

EL SER HUMANO Y SU PROCESO DE DESARROLLO


 
Todos tenemos experiencia personal del desarrollo y crecimiento del ser humano; reparamos más, tal vez, en el crecimiento de los otros, pero si observamos atentamente tres fotografías de nosotros mismos a edades diferentes, la sorpresa es impactante: ¡nos vemos tan distintos!, más crecidos, más desarrollados, más hechos. Suele ser más relevante lo físico, pero el cambio en el mundo interior (criterios, ilusiones, estimaciones, preferencias etcétera) es igualmente notable.

 

1. La causa de este desarrollo y crecimiento es el empuje de la Naturaleza creadora, empuje que caracteriza a los seres vivos, frente a la paralización de la muerte; empuje que se recibe en lo físico y en el mundo íntimo, tal vez no de forma simultánea, tal vez no en la misma medida; que se filtra en la subconsciencia del ser humano y le hace buscar y desear este desarrollo (la ilusión del primer bigote, del relieve de los pechos...), esto en lo físico y en el orden interior ¡cuánto nos gusta ser tenidos por hombres hechos y derechos!, ¡cuánto buscamos se halagadas como mujeres!; empuje que se extiende a través del tiempo ligando al ser humano a la temporalidad, es decir, el ser humano no nace hecho del todo, ni está todo él hecho en un momento dado, está haciéndose, se está conformando incesamente.
 

2. ¿Qué persigue la Naturaleza con este impulso? La Naturaleza no hace nada a ciegas, busca una meta, un objetivo. En el castaño busca llegar a ser un espléndido castaño, en un ser humano busca realizar todo un hombre, toda una mujer. Las Ciencias antropológicas nos ofrecen hoy en día elementos abundantes para poder diseñar la estructura física, anímica y social del ser humano en plenitud: cuando un ser humano, en este proceso de autorrealización, va logrando ser una persona sana, bien desarrollada, bien hecha, goza de lo que, desde un principio, soñaba y deseaba, tal vez inconscientemente. Es su madurez física. Cuando a lo largo de este proceso va siendo una persona interiormente equilibrada, mentalmente enriquecida, libre y segura de sí misma, relacionada sólidamente y verdaderamente útil, está entrando en la madurez interior, a la que siempre aspiró, frecuentemente sin consciencia de éllo o intentándola de manera equivocada. Es su madurez interior. No es una situación estática, crece indefinidamente en una verdadera tensión, gratificante, sí, pero tensión.
 

Mientras que la madurez física traza un diagrama curvilíneo, es decir, se desarrolla, alcanza su plenitud y decrece a la vejez, la madurez interior se va desarrollando, alcanza niveles de madurez y debe crecer siempre hasta el final. (Todos alguna vez hemos lamentado perder a un anciano – pariente, profesor – cuyo horizonte, serenidad y ponderación eran impresionantes)
 

3. La madurez física y, sobre todo, la madurez interior son la única fuente de felicidad de uno mismo y de la que pueda irradiar a los demás.
 

Cuando hablamos de felicidad, quede bien claro que no pensamos en una felicidad total, absoluta. Filosóficamente sería una utopía, propia de ensoñaciones infantiles. El hombre o mujer normales, por su misma condición, no pueden aspirar en este mundo más que a una felicidad relativa, a una felicidad que, en la sucesión inevitable de dichas y desdichas, de momentos felices y momentos negros, saben disfrutar de las buenas rachas, sin amargárselas con presentimientos del futuro, y saben encajar, serenamente, los momentos adversos (como un buen boxeador).
 

La persona madura, por los muchos recursos que ha ido atesorando (psicológicos, culturales, afectivos...) es la única capacitada para transcurrir la existencia y sus variadas situaciones con entusiasmo, con fruición, con plenitud y, aun sin proponérselo, irradiar sobre los que la rodean esta misma actitud.
 

Los que viven desconociendo formal o virtualmente este empuje incesamente de la Naturaleza y reducen toda la aspiración de su existencia a "pasarlo bien", a destacar, a dominar etcétera, tarde o temprano topan con el sobresalto, con la frustración, y no puede ser de otra manera, porque caminan por trochas antinaturales.
 

4. La Naturaleza, sobre todo para la maduración interior, tiene su ley, es la Ley de las crisis, de las etapas críticas, ley de crisis sucesivas: no vive el ser humano su proceso madurativo de forma lisa y recta, la vive a través de altibajos y meandros, como quien cruza una sierra. No importa que el interesado desconozca esta ley.
 

Las fases que atraviesa en cada crisis vendrían a ser, esquemáticamente, las siguientes:
 


 
El ser humano preferiría, por lo que el filósofo llamó "cansancios de muerte", madurar de forma llana, sin problemas internos (de adultos añoramos alguna vez "si nunca hubiéramos salido de aquella edad", con frecuencia los que nos soportan, lo añoran).Pero, la Naturaleza es fiel a sí misma en todos los seres y, si un grano no fermenta, si no hace crisis en el seno de la tierra, nunca saldrá la espiga.
 

5. Las Ciencias estudian a fondo las sucesivas etapas críticas de la maduración humana. Freud las clasifica en función de la gratificación psicosexual; Erikson en razón del desarrollo psicosocial; Piaget describiendo los avances cognoscitivos del individuo.
 

Nosotros tratamos de describirlas y clasificarlas en razón de una Axiología óntica[1], estructural, es decir, en razón de lo que favorece o entorpece el desarrollo pleno de un ser humano. Así distinguimos:
 

1º.   La Etapa crítica del Nacimiento: el nuevo ser experimenta vitalmente el acontecimiento dramático de desligarse del estrecho, pero seguro y equilibrado seno materno, para comenzar su andadura personal.
 

2º.   La Etapa crítica del alumbramiento de la Consciencia, con sus descubrimientos gozosos y amargos, con sus interrogantes y sus limitadores.
 

3º.   La Etapa crítica de la Adolescencia (muy estudiada)
 

4º.   La Etapa crítica de la Juventud (¿la veintena?)
 

5º.   La Etapa crítica del Realismo vital (¿la treintena?), cuando se disuelven los sueños tan ilusionados de la juventud, se llamen vida de pareja, llegada de los hijos, la profesión, la vocación, la amistad...
 

6º.   La Etapa y crisis del “mezzo del cammin di nostra vita” (¿la cuarentena y avanzada la cincuentena?)
 

7º.   La Etapa y crisis de la edad provecta. En la actualidad, con los recursos médicos y dietéticos hasta los 75 y más.
 

8º.   La crisis en torno al final. La última crisis que catapulta al ser humano hasta la madurez posible en razón de los procesos anteriores se sitúa en torno al momento de la muerte, según la Tanatología. Aquí concluye el ser humano su obra personal: la que supo y quiso hacer.


 

6. Esta rápida visión del proceso de desarrollo del ser humano nos indica meridianamente las actitudes congruentes:
 

  1.  cada crisis es deudora de las anteriores: no construye sino sobre lo que recibe y así las experiencias posteriores serán más o menos dolorosas, más o menos fructuosas. De aquí la importancia de conocer y vivir (y ayudar a vivir) correctamente cada una de las etapas y crisis;
     

  2.  aceptar airosamente la vida como un permanente cambio, frente a la tendencia a alargar o retornar a edades pasadas, a maneras de ser y ver, propias de otras etapas. Decimos "esa señora se comporta como una jovencita haciendo un lamentable ridículo", "ese hombrón está todavía pegado a las faldas de su mamá"...;
     

  3.  acometer la vida con una superación constante. Vivimos muchas veces con la ilusión de "situarnos", es decir, de alcanzar una situación despreocupada. Tal situación encierra el peligro de dejadez, de abandono a sí mismo renunciando a la riqueza insospechada de nuestro ser ("ya tengo para vivir", "ya crié a mis hijos, ya terminé mi misión en la vida", "ya conseguí un buen empleo..."
     

  4.  entender la vida como obra personalísima, como un quehacer íntimo, algo parecido a como una madre gesta a su hijo en sus entrañas, a como un escritor va concibiendo su obra literaria. No esperar, ni confiar solamente en las circunstancias, se llamen apellido, herencia, influencias etcétera. Se hace uno a sí mismo; en las distintas situaciones reflejamos sólo lo que somos.

LA ETAPA CRÍTICA JUVENIL

En nuestro ambientes actuales, en circunstancias comunes, puede extenderse entre los 17 y los 28 años. Importa mucho vivir intensamente esta etapa, porque pueden restañarse fallas que se arrastran de etapas anteriores (traumas de infancia, desconciertos de adolescencia...) y porque se pueden cimentar con fruto las siguientes, único camino para la madurez personal.


 

Para vivirla intensamente es lógico conocerla. Pero, ante todo, no hay por qué molestarse cuando los mayores - padres, maestros, autoridades etcétera - nos descubren nuestra situación de crisis, incluso con recriminaciones ("no hay quien te entienda") o con una comprensión compasiva ("esos jóvenes no saben lo que quieren"). ¡Qué pronto han olvidado su juventud! No nos acusan de ninguna insensatez, aunque ellos así lo crean. Afirman algo muy positivo: un estado de crisis, imprescindible para nuestra realización personal., abierta, ciertamente, al futuro, como todas las crisis. Por tanto, no hay por qué enojarse, como si repitieran un estribillo molesto; no hay por qué defenderse, como si se tratara de algo vergonzoso, humillante. Por supuesto, tampoco hay por qué reaccionar alocadamente "me tienen aburrido, me marcho de casa, del trabajo, dejo los estudios...".


 

1. Para conocer a fondo esta etapa, conviene reconocer los síntomas de la crisis: son tensiones bipolares que se entrechocan en el interior de uno mismo, como olas en mar alborotado. Y así 
 

Estos son los síntomas. No hay por qué desconcertarse: "no soy ningún tipo raro", "no me pasa a mí sólo", "no soy ningún caso perdido".

 

2.Cuando uno se decide a escapar del atolondramiento, aunque sea por un instante, y a enfrentarse a esos síntomas

o a las recriminaciones de fuera, se busca la soledad o el pequeño grupo de amigos. Es en este momento cuando hay que tener presente, sin dejar resquicio a la duda, que mi Naturaleza no trabaja a ciegas, que busca esforzadamente un objetivo. Pero ¿cuál?

 

En la etapa de la Adolescencia su Naturaleza trataba de descubrir su identidad personal; en la etapa de la Edad Joven busca afirmarla, afianzarla. ¡Magnífica y fascinante objetivo! Porque sólo al ser humano le es dado forjar su individualidad más rica o más pobre, más atractiva o más opaca, más lúcida o más anodina. En su mano está ser lo que escoge ser.
 

3. No es fácil secundar los designios de la Naturaleza. Un primer contratiempo es la no-aparición, la no-presencia de la crisis: transcurren los años de la juventud sin manifestarse los síntomas de crisis.Y esto es desastroso, porque sin ella el ser humano ve frenado su desarrollo, se queda atascado en la adolescencia. ¿Quién no ha conocido y sufrido seres infantiles en cuerpos de adulto? Hombres y mujeres.

 

Esta no-aparición de la crisis puede deberse
 

Los fautores de este daño no sospechan siquiera el enorme mal que van a causar al interesado y a los que van a rodearlo (al cónyuge, a los subordinados y, sobre todo, a los hijos). Las crisis son deseables y, por eso, han de ser bienvenidas; si es necesario, han de ser, incluso, provocadas oportunamente.

 

5.     Un segundo contratiempo, más frecuente que el anterior, es la desorientación: se está en plena crisis y no se sabe por dónde tirar. 

 

Por un lado se recela de los mayores, sobre todo, cuando ha faltado esa evolución de superior a amigo ("ya sé lo que me van a decir", "estoy cansado de consejos"). Por otro lado se juzga uno a sí mismo de forma diametralmente opuesta en reducidos espacios de tiempo: se pasa del autodesprecio a la autosuficiencia.

 

De resultas, pueden adoptarse alguna o varias de las siguientes actitudes:
 

  Es trágico, porque "nada que no se hace, estará nunca hecho".

Es necesario revertirse de coraje, "el coraje de suscitar mis valores juveniles, mis posibilidades personales, que los tengo y los puedo enumerar, si me miro con objetividad"; suscitar el coraje cada día, en la seguridad de que, si yo no advierto el avance, los demás, los que están interesados por mí, lo advierten enseguida; suscitar el coraje de saber esperar el nuevo día, que llegará, pero que es condición de la Naturaleza esperar con paciencia, dándole tiempo, comose lo damos al fruto del árbol. Darle tiempo sin prisas agobiantes, sin nerviosismos, ni por parte mía, ni por parte de los que están pendientes de mí. En cada momento hacer su labor: "age quod agis", haz lo que estás haciendo, ¡a lo que estás!, en cuerpo y alma: si a estudiar, estudia con todas las ganas, si a divertirte, diviértete de verdad, si a ser cumplido, a organizar algo, a demostrar lo que vale... como el mejor.
 


 
Con cualquiera de estas salidas sólo se consigue atascar el proceso de maduración, pero (y puede ser irreversible) infectándolo más y más. Tal vez consigues olvidar por un momento lo que te inquieta, lo que te atormenta, tal vez consigues aparentar muy hombre, muy liberada, muy simpática, pero, ¿y la trampa?... un alcoholizado, un drogadicto, un bueno para nada. Todos hemos dicho lo mismo: "yo no, yo salgo cuando quiera", pero sabemos que no es así. Y mis problemas siguen ahí.
 


 
No es este el momento de agazaparse tras razones-excusas, que ni yo mismo creo, porque sé que les intereso, que me quieren.

 

Urge actuar, porque el tiempo pasa veloz, perder estos años es perder una ocasión más conformadora del ser humano y no hay segunda oportunidad; puede haber algún remedio, pero sólo remedio.

 

Y ¿cómo actuar? El aislamiento egoísta, el narcisismo (sobre todo, si se poseen cualidades relevantes: belleza, voz, dinero...) es buscar certeramente el fracaso. Porque la Humanidad sólo se hace en continua interdependencia, en correspondencia mutua, en darse y recibir.

 

Refugiarse en compañeros o amigas que están pasando lo mismo que yo, puede ser un tranquilizante momentáneo, al comprobar que sufren como yo: tampoco a ellos los entienden, tampoco entienden bien para qué es la vida... Pueden, incluso, ayudarme a superar algún complejo, pero no me resuelven el problema, por aquello del ciego que guía a otro ciego.

 

La solución puede venir de un libro. Al fin y al cabo, nadie nace sabido. Mejor, tal vez, de una persona reconocidamente madura. Siempre será precisa la reflexión. La comida que se tiene, pero no se come, no alimenta. Reflexionar, es decir, conocer lo que ya se sabe por las Ciencias. No en plan de especialidad; en plan de persona afectada.

 

Para orientarse bastan los hitos que marcan la ruta, como en un paisaje cubierto de nieve. Conducen a poco los "noes" y es casi lo único que se sabe decir a un joven. Y las Ciencias insisten en que la Edad Joven tiene unos valores específicos fantásticos: la vitalidad, la alegría, las ganas de vivir, el ansia de libertad, la sinceridad, la generosidad, el amor etcétera. Y es necesario volver sobre ellos, reflexionar.


 
Madrid, abril 1999.


 
 
* Agustín Domínguez Amigo. Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor fundador y emérito de la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor de los Seminarios de

Filosofía de la Educación: Axiología de la Individuación, del Trabajo y Sociedad, de la EdadJoven, en las Maestrías de Pedagogía y Enseñanza Superior, División de Postgrado, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. 


rivasmr@servidor.unam.mx


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
 



[1] Axiología, del griego, axios, que vale, que es digno, que merece. Óntica, relativo al ser, estructural.

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