Universidad Nacional Autónoma de México Campus Iztacala
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Revista Electrónica de Psicología Iztacala
Vol. 5 No. 2
julio de 2002

EVALUACIÓN DE ESTILOS INTERACTIVOS: BASES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN INSTRUMENTO
Ma. de Lourdes Rodríguez Campuzano1 y Francisco Hernández López2
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Estudios Superiores Iztacala
FES Iztacala UNAM

 

Resumen

La personalidad es un fenómeno que ha sido reconocido y estudiado a través de distintas aproximaciones psicológicas. Dichas aproximaciones presentan algunas limitaciones que impiden comprender las diferencias individuales. Partiendo del Modelo Interconductual, en este trabajo se presenta una propuesta para evaluar dicho fenómeno, a través del diseño de un instrumento que permita identificar estilos interactivos en seis distintos tipos de situaciones o arreglos contingenciales. Se considera que el diseño de un instrumento de esta naturaleza permitiría abordar el fenómeno bajo una óptica distinta a las tradicionales y así generar nuevo conocimiento útil, no solamente para el propio desarrollo teórico, sino para su aplicación en ambientes naturales.
Descriptores: Modelo Interconductual, personalidad, estilos interactivos, arreglos contingenciales.
 
 

Abstract

Personality has been studied through different psychological approaches. These have deficiencies that prevent the full understanding of individual differences. On the basis of Interbehavioral Model and Contingential Analysis, a proposal to approach these phenomena is described in this paper. A general logic to build a paper instrument is presented. It is proposed to design items to represent six different types of situation or contingential fields to evaluate singular ways of responding. An instrument like the one proposed, leads to the study of these individual differences within the framework of a scientifical theory and thus could develop useful knowledge to both fields, theoretical and applied psychology.
Key words: Interbehavioral Model, personality, interactive styles, contingential arrangements.


 
 
1 Profesor Asociado del Área de Psicología Clínica. carmayu5@yahoo.com
2 Licenciado en Psicología Egresado de la FES Iztacala

 
 
 
 
 
 
El objetivo de este trabajo es presentar ciertas bases para construir un instrumento que permita evaluar ‘estilos interactivos’ no asociados con la producción de estrés. El concepto de ‘estilos interactivos’ lo desarrolló Ribes (1990) para reformular lo que desde otros enfoques se conoce como personalidad. Para entender su importancia, así como el por qué de un replanteamiento del estudio de las diferencias individuales, vale la pena hacer una breve revisión de las distintas aproximaciones a la personalidad.

Una de las más antiguas teorías de la personalidad de las que se tienen noticias es la teoría de rasgos. El médico griego Hipócrates sugirió que las personas podrían caber en una de las cuatro categorías siguientes: melancólicas (en términos actuales depresivos); coléricos (susceptibles e irritables), sanguíneos (alegres y optimistas) y flemáticos (calmados, pero con cierta tendencia a la apatía). Se suponía que estas cuatro categorías correspondían a los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua. Los griegos pensaban que los cuatro fluidos que observaron en el cuerpo se expresaban como tipos de personalidad, y la personalidad específica era provocada por el exceso de alguno de los ellos. Así por ejemplo, se decía de la colérica que su bilis era excesiva, mientras que una persona flemática se caracterizaba por un exceso de flema. Los tratamientos para resolver problemas de personalidad incluían modificaciones de la dieta y otros procedimientos que buscaban el equilibrio de los fluidos (Darley, Glucksberg y Kinchla;1987).

Las teorías nomotéticas se basan en la creencia de que todas las características son adecuadas para todos los individuos por igual. Desde este punto de vista, todas las personas ocupan alguna posición respecto de todos los rasgos. Así pues, la personalidad de un individuo es la suma total de la puntuación correspondiente a cada rasgo.

Raymond Cattell (1957) se dedicó a identificar un numero razonable de características que fueran útiles para describir a todos los individuos y pronosticar su comportamiento. Para poder "delinear" empíricamente la personalidad, utilizó la técnica de análisis factorial. Este procedimiento le permitió analizar información sobre un gran número de variables al mismo tiempo interrelacionadas. Dos o más características altamente correlacionadas, supuestamente reflejaban la existencia de un rasgo subyacente. Por ejemplo "cálido" y "sociable", manifiestan el rasgo subyacente de "cordialidad". En un principio, Catell (Op. Cit.) reunió información sobre la opinión que las personas tienen de un vasto número de rasgos posibles y después utilizó el análisis factorial para clasificar los patrones. Llegó a la conclusión de que con 16 dimensiones bastaba para expresar las diferencias subyacentes más importantes. Estas constituían la estructura subyacente de la personalidad. Pero también sabía que había muchas variables implicadas. Además de los rasgos originales, tomaba en cuenta los motivos y lo que consideraba estados de ánimo (depresión, curiosidad, ansiedad).

Los modelos ideográficos de la personalidad se basan en el supuesto de que los rasgos son concretos, es decir, basados en situaciones específicas y únicos para cada individuo. Uno de los primeros psicólogos de la personalidad que intentó estudiarla desde la perspectiva ideográfica fue Goldon Allport. Según él se debe estudiar la combinación de rasgos, tal como se presentan en un individuo específico. "Los rasgos dirigen la forma de comportarse y nos motivan a hacerlo de cierta manera, no obstante algunos son más coercitivos que otros"(Allport, 1961, en Cueli, Redil, Martí, Lartigue y Michaca;1990). Allport distingue tres niveles según el grado en que gobiernen la personalidad:

  • Rasgos cardinales. Son los más poderosos y penetrantes, dominan la vida de las personas. En realidad pocas los poseen, y cuando éste es el caso, es probable que piensen sobre sí mismas en función de esas características.
  • Rasgos centrales. Representan las tendencias altamente características de lo individual y son fáciles de inferir. Allport (Op.Cit.) afirma que el número de rasgos centrales por medio de los cuales se puede conocer en forma adecuada a una personalidad son muy pocos, considera, después de algunos estudios, que con poco más de cinco rasgos basta para describir las atribuciones centrales de una persona.
  • Rasgos secundarios. Son los menos frecuentes y los menos importantes para comprender la dinámica de la personalidad de una persona. Incluyen actitudes específicas y preferencias, por ejemplo, el tipo de música o alimentos que a uno le gustan. Los rasgos secundarios son más limitados en su ocurrencia, menos cruciales en la descripción de la personalidad, y más fáciles de determinar por la respuesta que producen.
  • Muchas de las personas que buscan los rasgos fundamentales de la personalidad han sugerido que la respuesta se encuentra en la naturaleza fisiológica y biológica del cuerpo humano y el cerebro. Dentro de estas observaciones se encuentra que las personas nacen con cabello de diferente color, alcanzan una altura diferente y su tipo de cuerpo también es diferente. De ahí se supone que las diferentes características de las personas se derivan de las mismas fuerzas subyacentes que provocan estas diferencias físicas. Este supuesto guía muchos de los enfoques biológicos de la personalidad que sostienen que la constitución física, la dotación genética y otras características fisiológicas, determinan cuando menos algunas de las características básicas de la personalidad. Las teorías más antiguas afirman que casi todos los elementos importantes son de origen biológico, mientras que las más modernas declaran que solo algunas de ellas se originan en factores biológicos, y que éstos y otros factores interactúan de manera compleja e inciden en ella. El enfoque constitucional, por ejemplo, sostiene que la estructura o tipo de cuerpo determina la personalidad y el comportamiento. Algunos estereotipos expresan esta opinión. Por ejemplo, todos los gordos son felices; los delgados y frágiles son académicos y ascéticos. William Sheldon (1942) pensaba que gran parte de esto es cierto, aunque los psicólogos dan poca importancia a estas generalizaciones cotidianas. Decía que "es antigua la idea de que la estructura determina en cierta forma la función. Frente a estas expectativas, es más bien sorprendente que en el pasado se haya visto tan poca relación entre la forma del hombre y la manera en que se comporta" (Sheldon, 1942, p.4 en Darley Glucksberg y Kinchla;1987 p.554). Después de analizar más de 4000 fotografías, Sheldon llegó a la conclusión de que hay tres estructuras corporales básicas o somatotipos: los endomorfos, que en general son gordos y poseen una musculatura escasamente desarrollada; los mesomorfos que son de constitución y musculatura media, y los ectomorfos que tienden a ser esbeltos y frágiles y a tener una estructura muscular ligera.

    La teoría más inquietante acerca del desarrollo de la personalidad fue la del psicoanálisis, propuesta por Sigmud Freud. A finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Freud plantea que la personalidad está dividida en tres partes, el ello, el yo, y el superyo. Según Freud, el modelo de la personalidad supone que los individuos se desarrollan en etapas diferenciadas y observables. La progresión exitosa de una a otra es un determinante crítico para la salud mental del adulto. Pensaba que las personas que no resuelven los retos y los problemas del desarrollo de cualesquiera de las etapas, se fijan en esa etapa. Al final fracasan en la resolución adecuada de los problemas planteados por etapas posteriores, y como adultos tiene problemas de neurosis que reflejan la etapa en la cual se presentó la fijación. (1950). También es posible que una persona vuelva a una etapa previa de desarrollo al experimentar conflictos más tarde. Estos individuos sufren regresiones o retroceden a la etapa durante la cual se presentó la fijación. Por ejemplo, un niño que experimenta un conflicto no resuelto, podría volver a la etapa oral, más tarde podría tener comportamientos infantiles como chuparse el dedo, y ya de adulto refugiarse en el tabaquismo, que es otro tipo de actividad oral.

    Ciertos problemas de la personalidad o de conducta se deben a problemas de progresión de etapas psicosexuales específicas. Por ejemplo, un problema durante la etapa oral, durante la cual la boca es la principal fuente de placer, puede provocar problemas de dependencia o agresión en el adulto. Por supuesto los conceptos de consciente e inconsciente, se tornan relevantes en la explicación de estos fenómenos.

    Carl Rogers (en Darley, Glucksberg y Kinchla;1987) consideró que el individuo está compuesto por procesos complejos cognoscitivos, emocionales, biológicos y otros. Subrayó el papel del yo y el conocimiento consciente en la vida del individuo. Como muchos otros teóricos de la personalidad, trató constantemente de ayudar a las personas a resolver sus problemas. "Siguiendo la tradición Humanista-existencial, Rogers puso mucho énfasis en la experiencia total de un individuo en un momento dado. Esta experiencia personal única, campo fenoménico del individuo, no puede ser conocida directamente por otros. Rogers pensaba que saber cómo interpretan las personas sus experiencias es el primer paso para entender su personalidad y su comportamiento. Pero también señalaba que una persona podría representar incorrectamente los elementos de su experiencia, o no representarlos." (p.570). La condición de ajuste saludable y maduro se da, "cuando una persona puede representarse exactamente en su campo fenoménico. Los desajustes surgen cuando hay un hueco entre la experiencia real de una persona y su conocimiento de que éste existe, en otras palabras, cuando niega o distorsiona partes de esa experiencia." (Rogers, en Cueli, 1990, p.273). Desde esta perspectiva, la autoimagen es particularmente importante para el desarrollo de la personalidad y ésta se desarrolla a partir de la interacción con otros.

    Recientemente las explicaciones sobre la personalidad han recibido influencias de la psicología cognoscitiva. Por ‘cognición’ se han entendido una serie de comportamientos. Se parte del estudio de las maneras en que una persona piensa y organiza la información sobre el mundo y ello incluye la manera en que percibe, recuerda, piensa y hace uso del lenguaje. Las investigaciones se han centrado en lo que consideran el procesamiento y la organización de la información.
     
     

    Algunas Consideraciones sobre el Estudio de la Personalidad.

    Las diferentes teorías de la personalidad han postulado la existencia de modos singulares y distintivos en los individuos, sin embargo, han desarrollado clasificaciones para ubicarlos en alguna categoría, impidiendo estudiar, justamente, las diferencias individuales. Como lo señala Ribes (1990) el papel que juega la personalidad dentro de la teoría psicológica, tiene justificación sólo si las diferencias entre individuos forman un criterio suficiente para reconocer la individualidad de una persona, con respecto de otra.

    Un segundo aspecto tiene que ver con que las teorías de la personalidad han enfocado su atención en morfologías de respuesta, esto es, se han confundido ‘modos’ o ‘maneras’ de comportarse con la forma que adoptan las acciones concretas de los individuos, e incluso con reacciones emocionales.

    Un tercer factor es el relativo a la poca atención concedida al ambiente en que se despliega la personalidad. Como se señaló, las teorías de la personalidad postulan atributos o rasgos, que por lo general se refieren a morfologías de comportamiento que, al parecer, se presentan al margen de las condiciones situacionales del ambiente.

    Por último, hay que señalar que la Psicología de la personalidad atribuye propiedades causales de la conducta a los rasgos o categorías estructurales de la personalidad. Como el propio Ribes (1990) lo señala hay tres dimensiones involucradas en este error conceptual.

  • Confundir la ocurrencia de un evento predicho a partir de eventos ocurridos previamente, con una relación causal, esto es, no se puede considerar a la historia del comportamiento como causa de una conducta específica.
  • Confundir la categoría que describe una consistencia en la conducta con un evento causal de los eventos que permiten identificar dichas consistencias. Nuevamente, la consistencia en el modo de comportarse antes ciertas circunstancias no puede postularse como causa del comportamiento y
  • Otorgar a los factores ocurridos en el pasado el carácter de estructura histórica y atribuir a dicha historia propiedades causales. (Ribes, 1990, p.83).
  • Con base en el análisis de las distintas teorías de la personalidad, así como en una teoría interconductual, Ribes (1990) propone una manera distinta para abordar el problema de la personalidad, partiendo de que una teoría de las diferencias individuales debe permitir identificar dichas diferencias a partir de la forma de comportamiento de los individuos en sus circunstancias cotidianas. Introduce, así el término de ‘estilos interactivos’. El término permite abordar el fenómeno de la consistencia del comportamiento, pero no entre sujetos, sino intrasujeto y concebir dicha consistencia, no como un proceso, sino como el resultado de un proceso de individuación.

    El concepto de estilo interactivo se refiere al modo consistente e idiosincrásico en que un individuo se comporta frente a circunstancias sociales típicas. Por ello y dado que el término alude a interacciones, contempla dos niveles. El primero se refiere a la situación interactiva, esto es, a las contingencias ambientales con las que un individuo se relaciona y el segundo, a la interacción como modo consistente y único de cada individuo al relacionarse con tal situación. Para abordar el primer nivel Ribes (op. cit.) propuso una taxonomía con 12 distintos arreglos contingenciales o situaciones interactivas genéricas: toma de decisiones, tolerancia a la ambigüedad, tolerancia a la frustración, logro o persistencia, flexibilidad al cambio, tendencia a la transgresión, curiosidad, tendencia al riesgo, dependencia de señales, responsividad a nuevas contingencias y señales, impulsividad, y reducción de conflicto. Dichos arreglos se conformaron considerando las opciones de interacción del individuo con las consecuencias, las señales y condiciones disposicionales diversas (Ribes, 1990).

    El segundo nivel corresponde al modo idiosincrásico de interactuar de cada individuo con esos distintos arreglos contingenciales. Este modo, por ser único, es lo que no puede tipificarse o clasificarse de antemano.

    Para poder convertirse en un problema teóricamente significativo, las diferencias entre individuos deben poseer dos características según lo planteado.

  • "Que las dimensiones interactivas del individuo que operan como parámetros para establecer el criterio de diferencia constituyan modos consistentes de comportamiento en el tiempo y frente a diversas estructuras contingenciales.
  • Que dichas dimensiones interactivas posean una organización funcional peculiar en cada individuo". (Ribes, 1990, p.82).
  • Con base en lo anteriormente expuesto y considerando que en el terreno de la Psicología aplicada es fundamental la identificación, tanto de consistencias, como de diferencias individuales, en este trabajo se proponen bases para la construcción de un instrumento de papel y lápiz como un primer acercamiento empírico al fenómeno, desde esta perspectiva. Cabe hacer notar que esta propuesta se basa en un estudio preliminar. Landa, Vega, Nava y Carpio (1997 ) diseñaron un instrumento para evaluar diferencias individuales frente al arreglo contingencial de tolerancia a la frustración. Encontraron consistencias intrasujeto y diferencias entre los sujetos en cuanto al modo de enfrentar el campo contingencial seleccionado.

    En este trabajo y dado que una meta a largo plazo es el estudio de los factores psicológicos relevantes a la aparición, mantenimiento y cronificación de las patologías biológicas, se retomaron 6 de los 12 arreglos contingenciales propuestos por Ribes (1990) para el estudio de las diferencias individuales. De estos 12 arreglos, seis están asociados con el tipo de campo contingencial productor de estrés, mientras que los otros seis están más bien asociados al despliegue de competencias. Cabe hacer la aclaración de que en la actualidad hay suficiente evidencia que indica que las contingencias asociadas con estrés tienen una mayor probabilidad de relacionarse con la aparición y mantenimiento de diferentes enfermedades. Hay que reiterar que, desde esta perspectiva el término estrés se refiere fundamentalmente a contingencias ambientales específicas. Ribes (1990a) ha señalado, con base en una serie de estudios (Moberg, 1985; Levine, 1985) que la llamada reacción de estrés está absolutamente vinculada con las contingencias ambientales que son las que afectan de manera sistemática las reacciones inmunitarias del organismo, especialmente la referida a la producción de linfocitos. Esta influencia parece ser mediada a través de las reacciones de los sistemas pituitario y neurovegetativo (Moberg, 1985). Dicha reacción "parece adoptar diversidad de formas más o menos específicas, dependiendo de la intensidad y duración de las condiciones de estímulo, así como de la participación diferencial de distintos subsistemas biológicos. Por ello, la identificación de circunstancias ambientales sistemáticamente vinculadas a reacciones de estrés, específicas o generalizadas, parece constituir una estrategia adecuada para examinar la forma en que el ambiente afecta a los estados biológicos relacionados con la vulnerabilidad a condiciones o agentes patógenos" (Ribes, 1990b).

    Así, seis de estos arreglos poseen las características funcionales de situaciones bajo las cuales se produce el estrés; mientras que los otras seis comprenden contingencias vinculadas más bien a efectividad o a condiciones que la delimitan, aunque aquí hay que hacer otra consideración, los distintos modos de interactuar de los individuos en situaciones contingenciales específicas, pueden incluir un componente que tiene que ver con la dimensión valorativa del comportamiento, es decir, un individuo, de acuerdo a esta perspectiva teórica, puede relacionarse con una situación objetivamente no productora de estrés, valorándola como si fuera estresante o amenazante. Ello constituye el componente subjetivo de la interacción, el individuo puede relacionarse con una situación como si estuviera en otra, a través de sus creencias, información o conocimientos (Ribes, 1990b, Ribes y López, 1985) y con ello, responder regulado por su valoración y no propiamente por la situación. Por supuesto, no todas las personas responden de esta manera, pero en el estudio del comportamiento individual, es importante considerar esta posibilidad, es decir, evaluar estilos, que al caracterizarse por formas de responder extra ó transituacionales, pudieran estar vinculados con enfermedad.

    Los estilos ó arreglos contingenciales que objetivamente no están relacionados con la producción de estrés son: logro ó persistencia, tendencia a la trasgresión, curiosidad, tendencia al riesgo, dependencia de señales, y responsividad a nuevas contingencias y señales.

    En este trabajo se propone el diseño de un instrumento para evaluar estilos interactivos en los seis arreglos contingenciales descritos. El desarrollo de dicho instrumento debe partir de ciertas consideraciones:

    En primer lugar, resulta de suma importancia la detección de estilos en el ambiente natural. Ello implica considerar situaciones cotidianas que, como campos contingenciales específicos, puedan plasmarse como reactivos.

    En segundo lugar y dado el interés por evaluar estilos, es central plasmar dichas situaciones cuidando que las contingencias sean abiertas, es decir, que no impliquen ningún criterio de logro o efectividad tácito o explícito. El incluir criterios de logro lleva a evaluar competencias o habilidades específicas y no así estilos interactivos.

    En tercer lugar hay que diseñar las situaciones de modo tal que constituyan los campos de contingencias correspondientes a cada uno de los 6 estilos seleccionados. Esto implica considerar, para cada arreglo contingencial, las dimensiones críticas del mismo en términos de señales, consecuencias y factores disposicionales.

    Para cubrir este tercer aspecto hay que partir de los criterios definitorios de cada uno de estos arreglos. Ribes (1990) los define de esta manera:

    1. Logro. Mantenimiento u opción de ejecuciones bajo condiciones señaladas de requisito creciente o mayor requisito de respuesta relativa o absoluta.

    2. Flexibilidad al cambio. Cambios de respuesta ante un número finito de contingencias no señaladas o señaladas inespecíficamente, en alternación, o al azar

    3. Tendencia a la transgresión. Responder ante señales de no responder.

    4. Curiosidad. diversificación de respuestas y estímulos ante contingencias presentes que no lo requieren, o preferencia por contingencias variables.

    5. Dependencia de señales. Ajustes de la respuesta a señales repetitivas o eventuales que son redundantes a la contingencia, y efectos de la ejecución estable cuando se retiran las señales sin que se cambien los criterios de administración de consecuencias.

    6. Responsividad a nuevas contingencias y señales. Efectos en la respuesta ante nuevas señales frente a la misma contingencia o ante nuevas contingencias cuando se mantienen las mismas señales.

    Así, los reactivos en donde se pretende evaluar el estilo de logro deben contener situaciones en donde se exija por parte del individuo un esfuerzo creciente. Los de flexibilidad al cambio, situaciones que demanden respuestas adaptativas a cambios no señalados o señalados de manera inespecífica. En tendencia a la transgresión, las situaciones deben indicar explícitamente alguna prohibición. Curiosidad debe contener opciones no señaladas, para responder. Dependencia de señales, situaciones en donde se retiran las indicaciones explícitas con respecto a la situación, sin que el resto de los elementos cambie. Por último, responsividad a nuevas contingencias, situaciones en donde se introduzcan nuevas indicaciones y se mantenga constante el resto de la situación, o bien, en donde se mantengan las indicaciones, pero la situación se altere.

    A partir de lo anterior, se elaboró un instrumento preliminar. La primera parte del mismo está diseñada para evaluar fundamentalmente datos demográficos: edad, género, estado civil, escolaridad, ocupación. La segunda parte constituye el cuerpo del instrumento y está diseñado para evaluar los seis estilos interactivos descritos. Para cada uno de estos estilos se conformaron 15 reactivos. Así, los primeros quince corresponden a logro o persistencia, los otros quince para flexibilidad al cambio y así sucesivamente hasta llegar a 90 reactivos.

    Para evaluar el modo en el que cada individuo enfrenta estos campos de contingencias se plantearon 9 opciones de respuesta por reactivo. Dichas opciones corresponden a tres distintos niveles de aptitud funcional: situacional no instrumental, instrumental y extrasituacional (Ribes, 1990b). La primera de ellas se refiere a un modo de responder vinculado a las condiciones concretas aquí y ahora, que la situación impone, en donde el individuo se ajusta a una situación sin introducir cambios en ella, como cuando alguien solamente sigue instrucciones o reacciona emocionalmente. La segunda implica un nivel de aptitud con mayor complejidad y se refiere a cuando el individuo enfrenta una situación operando o introduciendo algún cambio en ella, por ejemplo cuando pide ayuda a otra persona o emite una respuesta que tiene consecuencias determinadas. La última se refiere a cuando un individuo enfrenta una situación, respondiendo a criterios y condiciones no presentes en forma explícita, es decir, cuando actúa en una situación como si estuviera en otra, por ejemplo, en términos de su información, de su conocimiento o de ciertas creencias.

    Así cada reactivo contempla, como una primera distinción, estos niveles de aptitud funcional en los modos de responder, lo cual brinda la posibilidad de tener un primer acercamiento al problema de las diferencias individuales.

    Como se señaló, cada reactivo presenta nueve opciones de respuesta ubicadas en tres columnas. La primera brinda tres opciones que corresponden al nivel de aptitud situacional no instrumental, la segunda, tres opciones que corresponden al nivel situacional instrumental y las última, tres que corresponden al nivel extrasituacional. Se agrega una opción abierta que puede categorizarse en términos de nivel de aptitud funcional.

    Un ejemplo correspondiente al estilo de logro o persistencia es el siguiente :

    Usted tiene un empleo y de repente le ofrecen tiempo extra con remuneración. Ese tiempo usted lo ocupa en otras actividades, aunque también requiere de dinero. Usted:
     

    Reacciona con calma
    Acepta
    Planea sus actividades
    Reacciona con gusto
    Pide consejo
    Piensa en pedir ayuda
    Reacciona con angustia
    Lo rechaza
    Piensa que no va a poder con todo
     
    Otras:____________________________________________________________

    Uno de tendencia a la transgresión es el siguiente:

    Le encargan una tarea muy personal. Alguien se ofrece a hacerla por usted, mediante un módico pago. Usted:
     

    Reacciona con calma
    Acepta
    Cree que no es problema
    Reacciona con molestia
    Dice que lo va a pensar
    Cree que por eso hay corrupción
    Reacciona con angustia
    Lo rechaza
    Teme que se enteren
     
    Otras:_______________________________________________________________

    Por último, un ejemplo con respecto al arreglo contingencial de curiosidad es el siguiente:

    Usted está aprendiendo a usar la computadora y le dan instrucciones básicas para su uso. Cuando está sólo frente a ella:
     

    Reacciona con calma
    Practica siguiendo las instrucciones
    Cree que es muy interesante
    Reacciona con gusto
    Se dedica a investigar más funciones
    Cree que debe ir paso por paso
    Reacciona con angustia
    Apaga la máquina
    Cree que puede echar a perder algo
     
    Otras:_______________________________________________________________
     
     

    La información obtenida con un instrumento de este tipo permite aproximarse al estudio de las diferencias individuales. La manera de identificar modos o estilos interactivos dependerá del cómo enfrentan los individuos las distintas situaciones correspondientes a los seis arreglos contingenciales muestreados. Estos modos se cree deberán describir maneras únicas de responder relacionadas con niveles de aptitud competencial. Por supuesto, los resultados que se obtengan pueden representarse gráficamente en términos de la frecuencia de respuestas pertenecientes a cada nivel de aptitud. Así, podrá haber un individuo fundamentalmente no instrumental, otro que sea instrumental, otro que sea extrasituacional en alguna medida y no instrumental en otra, etcétera. Estos modos podrían desglosarse más considerando, por ejemplo, parámetros tales como la intensidad de las respuestas, con el fin de tener más posibilidades de encontrar diferencias.
     
     

    CONCLUSIONES.
    Como se indicó, existe una investigación anterior para estudiar diferencias indviduales en el estilo de tolerancia a la frustración. Dicha investigación mostró patrones consistentes de respuesta en los sujetos (Landa, Vega, Nava y Carpio; 1997). Es importante ahora desarrollar más investigaciones en este campo, para estudiar de manera científica el fenómeno de las diferencias individuales. La comprensión de este fenómeno tiene impacto, no solamente en el propio desarrollo de la teoría, sino en el campo de la aplicación. No es posible imaginar programas de prevención o intervención psicológicas, que soslayen este fenómeno. El Modelo Interconductual y el Análisis Contingencial representan una alternativa al estudio de la personalidad y particularmente, propuestas como las de este trabajo constituyen un intento para aproximarse a su estudio en ambientes naturales.
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     

    BIBLIOGRAFIA

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    Nueva York: World Book Co.

    Cueli, J., Redil, L.,Martí, C.,Lartigue, T., Michaca, P. (2001). Teorías de la
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    Darley, L., Glucksberg, B y Kinchla, C. (1987). Principios de Psicología.
    Nueva York: Prentice Hall.

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    Landa, P. (1997). Propuesta de un inventario para detectar el estilo de tolerancia a la frustración. Ponencia en el IV Congreso Al Encuentro de la Psicología Mexicana, efectuado en Toluca, México.

    Levine, S. (1985). A definition of stress? En G.P. Moberg (Ed.). Animal stress. Bethesda: American Physiological Society.

    Moberg, G.P.(1985). Animal stress. Bethesda: American Physiological Society.

    Ribes, E. y López, F. (1985). Teoría de la conducta: un análisis de campo y
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    Ribes, E. (1990). Problemas conceptuales en el análisis del comportamiento. México: Trillas.

    Ribes, E. (1990b). Psicología y salud: un análisis conceptual. Barcelona: Martínez Roca.
     
     









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