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PROFESOR DR. RICARDO RIVAS MUÑOZ

FES Iztacala
 

GLOSARIO DE EPÓNIMOS ODONTOESTOMATOLÓGICOS

Dr. Ricardo Rivas Muñoz

CURSO DE ENDODONCIA
CONTENIDO
DEL LIBRO
INTRODUCCIÓN
COORDINADORES
COLABORADORES
POR ÁREA
INDICE DE
EPÓNIMOS
VENTAS BIBLIOGRAFÍA

Sección Ant

Sección Sig

 

 

 
 
GLOSARIO DE EPONIMOS
 
Contenido del Libro
Índice de epónimos
A - B - C - D - E - F - G
H - I - J - K - L - M - N
O - P - Q - R - S - T - U
V - W - X -Y - Z
 
 
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INTRODUCCIÓN

Utilidad de los epónimos

Entre los considerandos favorables a los epónimos, anotamos:

  • Exactitud, utilidad, simplicidad y brevedad
  • Personalización de la medicina
  • Humanización de la medicina
  • Reconocimiento a los médicos del pasado
  • Facilitación de la memorización de conceptos
  • Incorporación de los conocimientos médico-históricos a los elementos del trabajo cotidiano práctico
  • Ampliación de la cultura del cirujano dentista

Lo exacto y lo breve son elementos indispensables en la comunicación médica. La exactitud se consigue mediante la elección cuidadosa y, en ocasiones enigmática dificultad al lector, de la nomenclatura médica. Hablando de esa nomenclatura, Grijelmo(3) ha escrito: “No deja de tener un arte todo eso. Lo que todos llamamos de una manera llana adquiere en el lenguaje médico la solemnidad que dan las palabras científicas. Para que comprendamos su sapiencia y nos muramos más a gusto.”

Esta dificultad ha sido superada en cierta medida con el uso de etiquetas, marbetes, acrónimos y epónimos que, cuando son definidos y utilizados con precisión y claridad, allegan mejor y más breve información. Los epónimos son rótulos que dan dos informaciones a un tiempo: la pauta de un daño o enfermedad compleja y el nombre que lo liga con el problema.

La medicina de hoy no es totalmente de nuestros contemporáneos.

El valor preciso de un marbete, acrónimo o epónimo evita confusión o peligro. Cuando se conoce su significado exacto, los epónimos son una forma de economía en la comunicación, tan necesaria en medio de la palabrería pseudocientífica.

A la medicina en general y a cada una de sus especialidades se les atribuye una despersonalización creciente. Los pacientes son numerados, las enfermedades son codificadas, los instrumentos clasificados. Parte de esa despersonalización es la tendencia a la eliminación de epónimos. Los anatomistas realizaron un convenio mundial para remitir los términos morfológicos a sinónimos de localización, no siempre afortunados. Personas tratan a personas mediante diagnósticos, descubiertos por personas, con instrumentos y materiales inventados por personas. El rescate de su nomenclatura y la personalización de los términos, favorecen la humanización de nuestra  práctica médica en su esencia.

El uso de los epónimos está menos en boga que en la anterior generación. Algunos autores atacan su uso argumentando que la mayoría de los epónimos solo guarda relación histórica con la enfermedad o estructura que se considera y, por tanto, no explican.  Muchos son, además, escritos en idiomas cuya pronunciación complica la comunicación. Aún más, la misma estructura, síndrome o enfermedad, puede ser denominada con epónimos locales y suscitar una especie de orgullo nacionalista. No hay criterio lingüístico que establezca, por sí solo, que un grupo está “equivocado”, pero es posible que un grupo temporalmente dominante imponga sus propios usos como “correctos”

Considerados todos esos inconvenientes, progresamos, “subidos a hombros de gigantes” y muchas veces los enlaces con el descubridor, inventor, lugar o personaje, favorecen la memorización: el epónimo recuerda al término y viceversa.

La taxonomía linneana, la geografía y la literatura médica son las áreas de conocimiento con un mayor número de epónimos.


Las palabras también nacen, maduran, perduran o desaparecen, dice Carbonell(4) y cita a Darwin, explicando la selección natural en la lucha por la existencia léxica. El tiempo dirá cuáles epónimos han muerto y cuáles habrán perdurado. Aunque a veces su vida es efímera en el lenguaje médico, los epónimos médico-dentales deben quedar registrados, para conservar su tesoro.


3. Grijelmo, Álex. La punta de la lengua. Santillana editores. Punto de lectura 254-3. Madrid. 2004,  pág. 76
4. Carbonell Basset, Delfín. Diccionario sohez de uso del español cotidiano. Ediciones del Serbal. Barcelona. 2007

 

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